Cuando el viento frío del duodécimo mes lunar pasa suavemente, el ligero aroma del Año Nuevo Menor flota en el aire. Es como una llave que abre los cálidos recuerdos del Año Nuevo en los corazones de las personas, permitiendo a aquellos que han estado ocupados durante todo un año hacer una pausa y sumergirse en esta acogedora y ceremoniosa atmósfera festiva.

Cuando era niño, lo que más esperaba era el Año Nuevo Menor. Temprano en la mañana, pude escuchar los bulliciosos ruidos de mi madre en la cocina. Estaba preparando ofrendas para el Dios de la Cocina. El retrato del Dios de la cocina estaba pegado en posición vertical frente a la estufa, rodeado de melones confitados, azúcar de malta y pasteles variados. Madre dijo que el Dios de la Cocina iba a informar sobre asuntos terrenales al Emperador de Jade en el cielo, y estos dulces se usaban para pegarse a su boca para que solo hablara cosas buenas. Abrí mucho los ojos, observando con curiosidad todo esto, y me pregunté en silencio en mi corazón si la boca del Dios de la Cocina realmente quedaría atrapada por los dulces.

Una vez finalizado el sacrificio al Dios de la Cocina, se inició la limpieza de la casa. No se trataba de una simple limpieza, sino de un profundo "despedir lo viejo y dar la bienvenida a lo nuevo". Mi padre sostenía una escoba larga para barrer el polvo del tejado, mientras mi madre y yo nos encargábamos de limpiar los muebles. No se salvó ni un solo rincón. Lo que se limpió no fue sólo el polvo sino también la fatiga y los problemas del año pasado. La luz del sol entraba a raudales por las ventanas, brillando sobre la impecable habitación, y toda la casa se volvió brillante y reluciente, como si le hubieran dado una nueva vida.

Al anochecer, el sonido de los petardos empezó a sonar uno tras otro. Los crujidos parecían instar a que el Año Nuevo llegara rápidamente. Mis amigos y yo nos tapamos los oídos y mirábamos con entusiasmo desde un lado, con los ojos brillando de alegría. En ese momento, el aire se llenó del olor a petardos y del aroma de las comidas. Ese era el aroma único del Año Nuevo Menor, que hacía que la gente se sintiera increíblemente feliz con solo olerlo.

Cuando cayó la noche, la familia se sentó alrededor de la mesa del comedor y disfrutó de una suntuosa cena. Las albóndigas eran indispensables. Las albóndigas blancas y regordetas eran como pequeños bolsillos llenos de felicidad. Todos comieron bolas de masa mientras compartían los fragmentos del año pasado. Risas y voces alegres resonaron en la habitación. En ese momento, todo el cansancio desapareció, dejando solo calidez y felicidad.

Ahora, a medida que pasa el tiempo, esos momentos felices de la infancia se han ido desvaneciendo gradualmente, pero los recuerdos del Año Nuevo Menor están grabados para siempre en mi corazón. Es como una canción antigua que suena suavemente al final y al comienzo de cada año, despertando el anhelo de la gente por el hogar y el afecto familiar. En este día tan especial, decimos adiós al pasado y damos la bienvenida al futuro, emprendiendo un nuevo viaje con plenas expectativas....